pensando filosóficamente...

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Ingenioso Quino

miércoles, 25 de mayo de 2011

PENSAMIENTO MÍTICO...




PENSAMIENTO MÍTICO


 
El hombre, a diferencia de los demás animales, posee la capacidad y la necesidad de interrogarse, de poner todas las cosas y a sí mismo en cuestión. Como resultado de esta actitud ha ido elaborando una serie de respuestas que conllevan una ordenación, un intento coherente de explicar la realidad, todo cuanto sucede a su alrededor. La primera forma de respuesta fue el mito.

“El mito cuenta una historia sagrada, relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los “comienzos”. Dicho de otro modo, el mito cuenta cómo, gracias a las hazañas de los Seres Sobrenaturales, una realidad ha venido a la existencia, sea ésta la realidad total, el Cosmos, o solamente un fragmento: una isla, una especie vegetal, un comportamiento humano, una institución. Es pues, siempre el relato de una “creación”: se narra cómo algo ha sido producido, ha comenzado a ser” (Mircea Elíade, “Mito y realidad”, pag. 12)

CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DE ESTA FORMA DE PENSAMIENTO NO RACIONAL

1- Está ligado a necesidades prácticas: toda explicación mítica trata sobre problemas que tienen que ver con la vida cotidiana del hombre.



2- Presencia de elementos sobrenaturales (dioses, héroes): la explicación de los fenómenos naturales se realiza utilizando elementos ajenos a la naturaleza. El mito se considera un relato sagrado y en esto vemos su dependencia con lo religioso.



3- Es base de unión e identidad de una comunidad o grupo social: el mito proporciona modelos de conducta a los miembros de una sociedad, dando valor y significado a la existencia.



4- Antropomorfismo: el mito es una proyección del mundo humano. El hombre explica el misterio de lo desconocido en función de lo que conoce. Por ejemplo: los griegos proyectaban en sus dioses, emociones y vínculos humanos.



5- Fuerte carga emotiva, que se encuentra presente en dos aspectos: por un lado, lo que lleva a explicar la realidad es el asombro, el miedo, etc. Y por otro lado, estas emociones también están presentes en la relación entre el hombre y los dioses.



6- Es una verdad revelada: el mito es un relato tradicional que se va trasmitiendo de generación en generación, es anónimo y los iniciados lo aceptan como una verdad incuestionable.



7- Tiene un estilo descriptivo: el mito cuenta, describe, pero no argumenta. La relación causa-efecto es arbitraria, no necesaria. En estas descripciones se utiliza un lenguaje poético.



8- Está unido al rito: el hombre mítico se siente obligado no sólo a conocer su origen, su historia sino también a reactualizarla periódicamente mediante acciones, ceremonias, en las que se recrea lo que los dioses, los héroes hicieron en el comienzo.


EL SURGIMIENTO DE LA FILOSOFÍA

Frente a este tipo de explicaciones, surge en el siglo VII a.c., en el seno de la civilización griega, una nueva modalidad de interpretar el mundo: surge lo que llamamos la “Filosofía”. ¿Por qué allí?
Los griegos constituían un pueblo que vivía en el Mediterráneo oriental, principalmente en las costas e islas del Mar Egeo, y Mar Jónico, aunque llegaron a establecer asentamientos en puntos tan distantes entre sí como el Mar Negro, la costa mediterránea de España y el norte de África. Por su ubicación geográfica, los griegos estaban en contacto e incorporaron conocimientos de otros pueblos del Cercano Oriente, como los egipcios y babilonios, que habían producido descubrimientos astronómicos y matemáticos importantes.

Montañosa, en buena medida árida, la Grecia continental está constituida por pequeños valles relativamente aislados que se comunican más fácilmente por mar que por tierra. Este territorio era propicio para que se desarrollaran pequeñas comunidades autónomas: las polis o ciudades-estado, cuya población, al crecer, debía emigrar y fundar colonias que mantenían un vínculo más espiritual que material con la metrópoli. Pueblo de navegantes, campesinos, artesanos y comerciantes, amantes de la autonomía y la libertad, abierto a las otras civilizaciones, logró emanciparse económica, política y mentalmente.



La filosofía comenzó en las ciudades griegas de Asia Menor. En ciudades como Mileto y Éfeso se dieron condiciones especiales para esta nueva forma de mirar el mundo ya los seres humanos. Estas ciudades eran en su mayoría puertos importantes donde se juntaban hombres de distintas procedencias y dónde el intercambio de mercaderías estuvo acompañado del intercambio de ideas. Estas ciudades frente al mar eran símbolo también de libertad y sus costas, una continua incitación al movimiento y la aventura. La economía, las nuevas estructuras de esta sociedad, los viajes, las relaciones comerciales y culturales con otros pueblos pusieron las bases de una verdadera revolución intelectual.



En una importante polis griega, Atenas, surge una forma de organización política singular, la democracia. Esto sin duda favoreció el desarrollo de la filosofía ya que fomentó la iniciativa individual, permitió la pluralidad de criterios en las discusiones a las que libremente se entregaban los griegos. En contraste con los regimenes totalitarios de Oriente antiguo, que imponían sumisión y dependencia, entre los griegos era posible la libertad de ideas y de pareceres.



El carácter de la religión griega fue otro aspecto que influyó en el surgimiento de la filosofía. No había en Grecia libros sagrados portadores de un a palabra divina, inatacable, ni una casta sacerdotal institucionalizada que impusiese ortodoxia y frenase la libre reflexión. La religión griega era esencialmente politeísta y antropomórfica. No solamente humanizaba a los dioses en su apariencia física sino que también les atribuían las cualidades, pasiones, virtudes y defectos de los hombres, aunque eran inmortales y eternamente jóvenes.



Aunque cuando hizo falta supieron pelear, no se trató de un pueblo demasiado poderoso ni conquistador militar. A pesar de que derrotaron a los persas en el siglo V a.c. sucumbieron frente a Alejandro de Macedonia en el siglo VI a.c. y posteriormente ante el empuje de las legiones romanas, en el siglo II a.c. Pero vencidos militarmente sedujeron a sus conquistadores culturalmente, imponiendo en buena medida su manera de entender el mundo y la vida humana.



Todo esto contribuye a forjar en el griego una noción del saber y una actitud de vida diferente. Mientras para los demás pueblos de aquella época, el saber tenía casi exclusivamente el sentido de “ser experto en un oficio”, “saber hacer algo bien”, es decir un sentido operativo y práctico, en Grecia, el saber no es principalmente un modo de hacer sino de ser. Sabio es, ante todo, quien se interesa por y gusta de desentrañar misterios y enigmas, quien busca la verdad por la verdad misma. En Grecia, el saber es entendido como teoría, como puro examen de las cosas.



LOS PRIMEROS FILÓSOFOS



Tales de Mileto (624 – 546 a.c. aproximadamente) forma parte del grupo de los primeros filósofos llamados “fisiócratas”. Las cosmologías o descripciones del cosmos que estos primeros filósofos elaboraron son reinterpretaciones racionales de las cosmogonías o narraciones que sobre el origen del cosmos se habían hecho a partir del mito.



La pregunta que se formula Tales es cuál es el principio o fundamento de todo lo que existe. Su respuesta es bastante sorprendente: el agua. Lo que distingue la explicación de Tales de una respuesta mitológica es que llegó a ella a partir de ciertas observaciones y por un proceso de razonamiento. Tales observó que el agua es fundamental para todos los seres vivos, que la reproducción tiene lugar siempre en un medio acuoso, que el agua puede pasar a estado sólido y gaseoso, etc. Estas razones hoy no nos resultan convincentes, pero en el tiempo en que fueron dadas, deben valorarse como un intento de pensar racionalmente y por cuenta propia.



La filosofía griega se presenta entonces, como una investigación racional, autónoma, desligada tanto de lo religioso como de las necesidades prácticas. Una investigación abstracta, reflexiva, sujeta a crítica, argumentativa y cuyos creadores ya no son anónimos.


LOS PRESOCRÁTICOS EN LA TRANSICIÓN ENTRE ESPECULACIÓN MÍTICA Y RACIONAL

Es afirmación frecuentemente repetida la de que los griegos en un momento determinado se liberaron de la especulación mítica, característica de todos los demás pueblos de la antigüedad que los habían precedido en la historia y emprendieron por primera vez la aventura de organizar un pensamiento sobre bases racionales. Como tantas otras, es ésta también una afirmación que requiere ser matizada.

Desde luego que la especulación mítica es más antigua que la filosófica, y en algunos aspectos es cierto que se produjo una transformación de una otra, en el período que nos ocupa. Pero no es menos cierto que ambos terrenos se mantuvieron por caminos paralelos durante siglos y que no se trató en modo alguno de una pura sustitución radical de uno por el otro. Quizás conviene, antes que nada, que tracemos, siquiera sea someramente, las analogías y diferencias existentes entre especulación mítica y racional.



Analogías:

Ambos son, en efecto, actividades con algo en común; son obra de un ser pensante, el hombre, que trata de interpretar racionalmente la realidad y comprenderla. En ambas se trata de reducir la variada complejidad, aparentemente caótica, de los acontecimientos del mundo a un esquema ordenado, en el que son fundamentales las relaciones de causa a efecto. En una y en otra se trascienden, pues, las limitaciones del aquí, del ahora y de la experiencia personal, para intentar elaborar un marco de referencia más amplio, en el que se inserta el pasado con el presente, y se considera al mundo en su totalidad como objeto de consideración. En los dos casos se abordan los grandes temas: el origen del mundo y la forma en que pasó de ser como era a ser como es, el origen de los dioses y de los propios hombres y cómo y cuándo nacieron unos y otros. En suma, se trata de dar una respuesta a cómo fueron y cómo son las cosas y, sobre todo, por qué las cosas son como son y no de otro modo.

Esta coincidencia básica explica que, cuando se emprendió la aventura de interpretar racionalmente el mundo, el punto de partida fue necesariamente la especulación mítica anterior, en especial la de aquellos autores que, como Hesíodo, habían recorrido ya un cierto camino en esta vía de tránsito y habían llegado a elaborar complejos míticos muy organizados.



Diferencias:

Con todo, las diferencias entre una forma de pensamiento y otra no son menos considerables que las analogías.

En primer lugar, el mito es concreto y la especulación filosófica es abstracta. Lo que se narra en el mito es un pequeño conjunto de acontecimientos concretos que se supone que ocurrieron en un lugar y momento determinado y cuyos protagonistas son un número limitado de personajes con un nombre. Así por ejemplo, mientras que la tierra para los filósofos es algo similar a lo que es para nosotros, para el mito es un personaje con sentimientos, que se expresa y habla con otros seres.

De otra parte, el tiempo en el que transcurrieron los acontecimientos míticos es también él mismo un tiempo mítico en el que ya tuvieron lugar todas las cosas, frente a nuestro tiempo profano en el que sólo cabe repetir lo que ya ocurrió en el tiempo mítico. Es por tanto, una pura negación de la historia, ya que los acontecimientos de cada día no constituyen sino una repetición de hechos o actitudes ya acontecidas un día para siempre jamás, que nos limitamos a repetir. En la filosofía, en cambio, el tiempo en que ocurren los acontecimientos es el mismo que el nuestro, y los hechos que se producen se renuevan de continuo. De ahí que el pensamiento filosófico surja al mismo tiempo que el pensamiento histórico, en las mismas fechas y en el mismo ámbito cultural, las colonias griegas de Asia Menor. El primer historiador, Hecateo, es también de Mileto, como Tales, el primer filósofo.

Pero, volviendo a las diferencias entre pensamiento mítico y pensamiento racional, el mito nunca lo explica todo, no es cerrado en sí mismo. Nos narra una historia llena de sugerencias y evocaciones que apela sobre todo a nuestra fantasía y a nuestra imaginación. La filosofía pretende, en cambio, una lectura única. Apela a la razón y a la lógica y lo que dice es prácticamente todo lo que quiere decir. Ello trae como consecuencia que sea asimismo diferente la manera de expresar unos y otros contenidos del pensamiento: el vehículo normal del mito es la poesía; de ahí que sus términos tiendan a ser expresivos, a sugerir, a huir de la precisión, para facilitar una lectura múltiple, mientras que la filosofía tiende a que sus términos sean unívocos, a crear una terminología precisa, un lenguaje en que cada palabra sólo signifique términos unívocos, a crear una terminología precisa, un lenguaje en que cada palabra sólo signifique una cosa, de manera que el contenido expresado sea unívoco. La metáfora, por ejemplo, sería en principio ajena al pensamiento racional.

Por último y lo que quizás sea fundamental, el pensamiento filosófico trata de explicar cómo es el mundo. El mito lo que intenta demostrar es que el mundo es como es porque debe ser así.- En el ámbito del mito, el orden actual del mundo, logrado generalmente tras un estado anterior de confusión, es el único de los posibles, ya que si algo no fuera como es, las consecuencias serían desastrosas. En tales condiciones, el mito constituye una defensa del orden establecido, mientras que la filosofía puede contener, aunque no necesariamente ocurre así siempre, un fermento revolucionario.

domingo, 15 de mayo de 2011

Comienzo y origen de la filosofía...


Los orígenes de la Filosofía (Karl Jaspers)

La historia de la filosofía como pensar metódico tiene sus comienzos hace dos mil quinientos años, pero como pensar mítico mucho antes.

Sin embargo, comienzo no es lo mismo que origen. El comienzo es histórico y acarrea para los que vienen después un conjunto creciente de supuestos sentados por el trabajo mental ya efectuado. Origen es, en cambio la fuente de la que mana en todo tiempo el impulso que mueve a filosofar. Únicamente gracias a él resulta esencial la filosofía actual en cada momento y comprendida la filosofía anterior.

Este origen es múltiple. Del asombro sale la pregunta y el conocimiento, de la duda acerca de lo conocido el examen crítico y la clara certeza, de la conmoción del hombre y de la conciencia de estar perdido la cuestión de sí propio. Representémonos ante todo estos tres motivos.

Primero. Platón decía que el asombro es el origen de la filosofía. Nuestros ojos nos "hacen ser partícipes del espectáculo de las estrellas, del sol y de la bóveda celeste”. Este espectáculo nos ha "dado el impulso de investigar el universo. De aquí brotó para nosotros la filosofía, el mayor de los bienes deparados por los dioses a la raza de los mortales". Y Aristóteles: “Pues la admiración es lo que im¬pulsa a los hombres a filosofar: empezando por admirarse de lo que les sorprendía por extraño, avanzaron poca a poco y se preguntaron por las vicisitudes de la luna y del sol, de los astros y por el origen del universo."

El admirarse impele a conocer. En la admiración co¬bro conciencia de no saber. Busco el saber, pero el saber mismo, no "para satisfacer ninguna necesidad común”.

El filosofar es como un despertar de la vinculación a las necesidades de la vida. Este despertar tiene lugar mirando desinteresadamente a las cosas, al cielo y al mundo preguntando qué sea todo ello y de dónde todo ello venga, preguntas cuya respuesta no serviría para nada útil, sino que resulta satisfactoria por sí sola.

Segundo. Una vez que he satisfecho mi asombro admiración con el contexto de lo que existe, pronto se anuncia la duda. A buen seguro que se acumulan los conocimientos, pero ante el examen crítico no hay nada cierto. Las percepciones sensibles están condicionadas por nuestros órganos sensoriales y son engañosas y en todo caso no concordantes con lo que existe fuera de mí independientemente de que sea percibido o en sí. Nuestras formas men¬tales son las de nuestro humano intelecto. Se enredan en contradicciones insolubles. Por todas partes se alzan unas afirmaciones frente a otras. Filosofando me apodero de la duda, intento hacerla radical, mas, o bien gozándome en la negación mediante ella, que ya no respeta nada, pero que por su parte tampoco logra dar un paso mas, o bien preguntándome dónde estará la certeza que escape a toda duda y resista ante toda crítica honrada.

La famosa frase de Descartes "pienso, luego existo" era para el indubitablemente cierta cuando dudaba de todo lo demás, pues ni siquiera el perfecto engaño en materia de conocimiento, aquel que quizá ni percibo puede engañarme acerca de mi existencia mientras me engaño al pensar.

La duda se vuelve como duda metódica la fuente del examen crítico de todo conocimiento. De aquí que sin una duda radical, ningún verdadero filosofar. Pero lo decisivo es cómo y dónde se conquista a través de la duda misma el terreno de la certeza.

Y tercero. Entregado al conocimiento de los objetos del mundo, practicando la duda como la vía de la certeza, vivo entre y para las cosas, sin pensar en mí, en mis fines, mi dicha, mí salvación. Más bien estoy olvidado de mí y sa¬tisfecho de alcanzar semejantes conocimientos.

La cosa se vuelve otra cuando me doy cuenta de mí mismo en mi situación.

El estoico Epícteto decía: “El origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad e impotencia.” ¿Cómo salir de la impotencia? La respuesta de Epicuro decía: con¬siderando todo lo que no está en mi poder como indiferente para mi en su necesidad, y, por el contrario, poniendo en claro y en libertad por medio del pensamiento lo que reside en mi, a saber, la forma y el contenido de mis representaciones.

Cerciorémonos de nuestra humana situación. Estamos siem¬pre en situaciones. Las situaciones cambian, las ocasiones se suceden. Si estas no se aprovechan no vuelven más. Puede trabajar por hacer que cambie la situación. Pero hay si¬tuaciones por su esencia permanentes, aun cuando se altere su apariencia momentánea y se cubre de un velo su poder sobrecogedor: no puedo menos de morir, ni de padecer, ni de luchar, estoy sometido al acaso, me hundo inevitable¬mente en la culpa. Estas situaciones fundamentales de nues¬tra existencia las llamamos situaciones límites. Quiere de¬cir que son situaciones de las que no podemos salir y que no podemos alterar. La conciencia de estas situaciones límites es después del asombro y de la duda el origen más profundo aún, de la filosofía. En la vida corriente huimos frecuentemente ante ellas cerrando los ojos y haciendo como si no existieran. Olvidamos que tenemos que morir, olvi¬damos nuestro ser culpable y nuestro estar entregados al acaso. Entonces sólo tenemos que habérnoslas con las situa¬ciones concretas, que manejamos a nuestro gusto y a las que reaccionamos actuando según planes en el mundo, impulsados por nuestros intereses vitales. A las situaciones límites reaccionamos, en cambio, ya velándolas, ya cuando nos da¬mos cuenta realmente de ellas, con la desesperación y con la reconstitución: Llegamos a ser nosotros mismos en una transformación de la conciencia de nuestro ser.


GUÍA DE TRABAJO:

1) ¿Cómo diferenciamos origen de comienzo?
2) Busca información sobre los filósofos citados por Jaspers.
3) Explica con tus palabras cuáles pueden ser los orígenes de la Filosofía







domingo, 10 de abril de 2011

Texto "El mundo de Sofía"

EL MUNDO DE SOFÍA

“EL JARDÍN DEL EDEN.”

Protagonista: La protagonista es Sofía Amundsen, de pelo negro, liso, ojos almendrados, nariz pequeña y boca grande.

Argumento capitulo 1:

Sofía Amundsen volvía a casa con Jorum. Jorum opinaba que el cerebro era como un ordenador. Sofía pensaba que el ser humano tenia que ser algo más que una maquina.

Sofía vivía al final de una urbanización, era como si su casa estuviera en el fin del mundo, pues más allá comenzaba el bosque.

Era el mes de Mayo, todo empezaba a crecer y brotar en esa época.

Sofía miró el buzón, solo había una carta para ella. No ponía quien la enviaba, ni tenia sello. Dentro una notita que decía:

-¿Quién eres?

-¿Quién la habría dejado en el buzón? Era Sofía pero ¿quién era eso?¿si se hubiera llamado distinto habría sido otra?. Sofía se miro en el espejo, tenia un aspecto extraño y se pregunto:¿Es el parto lo que decide el aspecto que uno va a tener?¿no es injusto no poder elegir tu propio aspecto?. Puedes elegir a tus amigos, pero no te puedes elegir a ti misma.

Salió al jardín mientras pensaba que existía, pero no se quedaría aquí eternamente.

-¿Habrá vida más allá de la muerte?¿no es injusto que la vida se acabe?.

Volvió a mirar el buzón y encontró otra nota que decía:

-¿De donde viene el mundo?

Se fue al Callejón, era su escondite secreto para meditar.

-¿De donde viene el mundo?

-¿De donde viene el universo?

-¿Puede existir algo desde siempre?

Todo lo que es, tiene que haber tenido un principio, algo tubo que surgir de la nada. Dios creo el mundo pero ¿Dios se creo así mismo?

Por tercera vez fue al buzón. Había una postal, tenia sellos noruegos y el destinatario: “Hilde Moller c/o Sofía Amudsen, camino trébol 3”. La postal decía: “Querida Hilda te felicito en tu decimoquinto cumpleaños. Quiero hacerte un regalo con el que podrás crecer. Envío la carta a Sofía, así es más fácil”.

Sofía tenia que resolver muchos enigmas ¿quién era Hilde?¿por qué le envían las cartas a ella si son para otra persona?¿cómo encontraría a Hilde? Estaba segura que todos los enigmas estaban relacionados entre sí.

“EL SOMBRERO DE COPA.”

Sofía optó por no decir nada. En el instituto le era difícil concentrarse. La gente se interesa por cosas fortuitas, había cuestiones más importantes cuyo estudio merecía la pena.

Al terminar la clase su amiga Jorunn le dijo:

-¿Vamos a jugar?

-Creo que ya no me interesa jugar

-¿Qué es, de pronto, más importante?

-Es un secreto.

Sofía sentía haber herido a su amiga, pero que podía haberle contestado.

Al abrir el buzón descubrió un sobre grande, ponía: “Curso de filosofía. Trátese con cuidado.” Busco refugio en el callejón y empezó a leer.

-¿Qué es la Filosofía?-

Necesidad de encontrar respuestas a cuestiones que nos asombran.

Querida Sofía: las personas tienen distintos hobbies. Coleccionar, el deporte, leer, etc... Pero hay algo que debería interesar a todo el mundo, porque nos concierne a todos. Sobre estas cuestiones trata este curso. Teniendo todas las necesidades básicas cubiertas, los filósofos opinan que todos necesitamos encontrar respuesta a quien somos, por que vivimos. La manera de aproximarse a la filosofía es plantear preguntas filosóficas:

- ¿Cómo se creo el mundo?

- ¿Existe voluntad o intención detrás de lo que sucede?

- ¿Hay otra vida después de la muerte?

- ¿Cómo podemos solucionar problemas de este tipo?

- ¿Cómo debemos vivir?

Todas las culturas se han preocupado por estas cuestiones. Para formar nuestra propia opinión sobre la vida, puede ser de gran ayuda leer lo que otros han pensado.

Un viejo filosofo pensaba que la filosofía surgió debido al asombro del ser humano. El mundo no es trampa ni engaño, pues andamos por la tierra formando parte de él.

Sofía fue de nuevo al buzón, encontró otro sobre y se marcho al Callejón para leerlo.

-Un ser extraño-

Lo único necesario para ser un buen filosofo es la capacidad de asombro. Los niños tienen esa capacidad pero conforme crecen, la van perdiendo. ¿A que se debe? A que el mundo se va convirtiendo en algo habitual.

¡Una pena!

Sofía, puede ocurrir que te topes contigo misma, si llegas a descubrirte habrás descubierto algo maravilloso.

¿Por qué son distintas las reacciones de los niños y los adultos? Tiene que ver con el hábito.

Si perdemos la capacidad de asombro, perdemos algo esencial que los filósofos intentan volver a despertar en nosotros. La gente se aferra tanto a lo cotidiano que el asombro por la vida pasa a un segundo plano. Un filosofo jamás se habitúa del todo al mundo, para él sigue siendo desmesurado, enigmático y misterioso.

Sofía, puedes elegir, si no te reconoces ni en el niño ni en el filosofo es por que te has habituado. Es peligroso. Quiero que vivas una vida despierta, por eso recibes este curso.

Cuando la madre volvió, Sofía se encontraba en estado de shock. El remitente de cartas la había salvado de la indiferencia de la vida cotidiana.

-¿Mama, te parece extraño vivir, te parece el mundo algo normal?

-Pues claro que lo es.

-¡Bah! Estas habituada al mundo y ya no te asombra.

-Sofía ¿no te habrás metido en drogas?

-¿Estas loca? Te atrofian aun más.



lunes, 8 de noviembre de 2010

"El hombre como animal simbólico

UNA CLAVE DE LA NATURALEZA DEL HOMBRE: EL SIMBOLO.


El biólogo Johannes von Uexküll ha escrito un libro en el que emprende una revisión crítica de los principios de la biología. Según él, es una ciencia natural que tiene que ser desarrollada con los métodos empíricos usuales, los de observación y experimentación; pero el pensamiento biológico no pertenece al mismo tipo que el pensamiento físico o químico. Uexküll es un resuelto campeón del vitalismo y defiende el principio de la autonomía de la vida. La vida es una realidad última que depende de sí misma; no puede ser descrita o explicada en términos de física o de química. Partiendo de este punto de vista, Uexküll desarrolla un nuevo esquema general de investigación biológica. Como filósofo es un idealista o fenomenista, pero su fenomenismo no se basa en consideraciones metafísicas o epistemológicas sino que se funda, más bien, en principios empíricos. Como él mismo señala, representaría una especie verdaderamente ingenua de dogmatismo suponer que existe una realidad absoluta de cosas que fuera la misma para todos los seres vivientes. La realidad no es una cosa única y homogénea; se halla inmensamente diversificada, poseyendo tantos esquemas y patrones diferentes cuantos diferentes organismos hay. Cada organismo es, por decirlo así, un ser monádico. Posee un mundo propio, por lo mismo que posee una experiencia peculiar. Los fenómenos que encontramos en una determinada especie biológica no son transferibles a otras especies. Las experiencias, y por lo tanto, las realidades, de dos organismos diferentes son inconmesurables entre sí. En el mundo de una mosca, dice Uexküll, encontramos solo "cosas de mosca", y en el mundo de un erizo de mar encontramos solo "cosaS de erizo de mar".

Partiendo de este supuesto general desarrolla von Uexküll un esquema verdaderamente ingenioso y original del mundo biológico; procurando evitar toda interpretación psicológica sigue por entero un método objetivo o behaviorista. La única clave para la vida animal nos la proporcionan los hechos de la anatomía comparada; si conocemos la estructura anatómica de una especie animal estamos en posesión de todos los datos necesarios para reconstruir su modo especial de experiencias. Un estudio minucioso de la estructura del cuerpo animal, del número, cualidad y distribución de los diversos órganos de los sentidos y de las condiciones del sistema nervioso, nos proporciona una imagen perfecta del mundo interno y externo del organismo. Uexküll comenzó sus investigaciones con el estudio de los organismos inferiores y las fue extendiendo poco a poco a todas las formas de la vida orgánica. En cierto sentido se niega a hablar de formas inferiores o superiores de vida. La vida es perfecta por doquier, es la misma en los círculos más estrechos y en los más amplios. Cada organismo, hasta el más ínfimo, no solo se halla adaptado en un sentido vago sino enteramente coordinado con su ambiente. A tenor de su estructura anatómica posee un determinado sistema "receptor" y un determinado sistema "efector". El organismo no podría sobrevivir sin la cooperación y equilibrio de estos dos sistemas. El receptor por el cual una especie biológica recibe los estímulos externos y el efector por el cual reacciona ante los mismos se hallan siempre estrechamente entrelazados. Son eslabones de una misma cadena, que es descrita por Uexküll como "circuito funcional".

No puedo entretenerme en una discusión de los principios biológicos de Uexküll; me he referido únicamente a sus conceptos y a su terminología con el propósito de plantear una cuestión general. ¿Es posible emplear el esquema propuesto por Uexküll para una descripción y caracterización del mundo humano? Es obvio que este mundo no constituye una excepción de esas leyes biológicas que gobiernan la vida de todos los demás organismos. Sin embargo, en el mundo humano encontramos una característica nueva que parece constituir la marca distintiva de la vida del hombre. Su círculo funcional no solo se ha ampliado cuantitativamente sino que ha sufrido también un cambio cualitativo. El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en él como eslabón intermedio algo que podemos señalar como sistema "simbólico". Esta nueva adquisición transforma la totalidad de la vida humana. Comparado con los demás animales, el hombre no solo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo así, en una nueva dimensión de la realidad. Existe una diferencia innegable entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas. En el caso primero, una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de pensamiento. A primera vista semejante demora podría parecer una ventaja bastante equívoca; algunos filósofos han puesto sobre aviso al hombre acerca de este pretendido progreso. El hombre que medita, dice Rousseau, "es un animal depravado": sobrepasar los límites de la vida orgánica no representa una mejora de la naturaleza humana sino su deterioro.

Sin embargo, ya no hay salida de esta reversión del orden natural. El hombre no puede escapar de su propio logro, no le queda más remedio que adoptar las condiciones de su propia vida; ya no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico. El lenguaje, el mito, el arte y la religión constituyen partes de este universo, forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato; no puede verla, como si dijéramos, cara a cara. La realidad física parece retroceder en la misma proporción que avanza su actividad simbólica. En lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo. Se ha envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de este medio artificial. Su situación es la misma en la esfera teórica que en la práctica. Tampoco en ésta vive en un mundo de crudos hechos o a tenor de sus necesidades y deseos inmediatos. Vive, más bien, en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de sus fantasías y de sus sueños. "Lo que perturba y alarma al hombre —dice Epicteto—, no son las cosas sino sus opiniones y figuraciones sobre las cosas."

Desde el punto de vista al que acabamos de llegar podemos corregir y ampliar la definición clásica del hombre. A pesar de todos los esfuerzos del irracionalismo moderno, la definición del hombre como animal racional no ha perdido su fuerza. La racionalidad es un rasgo inherente a todas las actividades humanas. La misma mitología no es una masa bruta de supersticiones o de grandes ilusiones, no es puramente caótica, pues posee una forma sistemática o conceptual; pero, por otra parte, sería imposible caracterizar la estructura del mito como racional. El lenguaje ha sido identificado a menudo con la razón o con la verdadera fuente de la razón, aunque se echa de ver que esta definición no alcanza a cubrir todo el campo. En ella, una parte se toma por el todo: pars pro toto. Porque junto al lenguaje conceptual tenemos un lenguaje emotivo; junto al lenguaje lógico o científico, el lenguaje de la imaginación poética. Primariamente, el lenguaje no expresa pensamientos o ideas sino sentimientos y emociones. Y una religión dentro de los límites de la pura razón, tal como fue concebida y desarrollada por Kant, no es más que pura abstracción. No nos suministra sino la forma ideal, la sombra de lo que es una vida religiosa genuina y concreta. Los grandes pensadores que definieron al hombre como animal racional no eran empiristas ni trataron nunca de proporcionar una noción empírica de la naturaleza humana. Con esta definición expresaban, más bien, un imperativo ético fundamental. La razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas estas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en lugar de definir al hombre como un animal racional lo definiremos como un animal simbólico. De este modo podemos designar su diferencia especifica y podemos comprender el nuevo camino abierto al hombre: el camino de la civilización

EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN Extraído de internet.